miércoles, 2 de julio de 2008

Todo el pueblo para educar

La localidad madrileña de Villaconejos funda una comunidad de aprendizaje en la que los padres también enseñan


ELENA SEVILLANO - Villaconejos - 30/06/2008

La clase de tres años ha terminado rebozada en harina y sabiendo más gracias a sus educadoras, con las que han cantado; a madres y abuelas con las que han medido azúcar y amasado roscos; a tías y hermanos mayores que han jugado al corro de la patata; a padres con quienes han compartido desayuno con chocolate; al grupo folclórico Limón y Miel, que ha bailado jotas y explicado qué son unas castañuelas. La Casa de Niños de Villaconejos, en Madrid, es una comunidad de aprendizaje, lo que significa que todo el pueblo está invitado a participar en la educación de sus 55 alumnos de uno a tres años: desde el electricista que viene a enseñar por qué se enciende una bombilla, al frutero que invita a un picoteo sano.


Una casa de niños (centro educativo público de gestión municipal) se basa en el principio de participación de los adultos responsables de los pequeños. Las cinco educadoras de la de Villaconejos, que funciona desde 1997, han decidido dar un paso más y convertirse en comunidad de aprendizaje (la primera surgió a finales de los setenta en Cataluña, donde esta corriente tiene mayor presencia junto al País Vasco). "Supone ahondar en la línea de colaboración en la que veníamos trabajando", dice Ana María Hernández. "Hay quien traslada todo el peso de la educación a la escuela pero ésa es una tarea que corresponde a todos". Especialmente a las familias, que participan en comisiones mixtas de trabajo sobre aprendizaje, salidas y fiestas, infraestructuras y servicios. Los padres, por ejemplo, pintarán la fachada del cole con dibujos elegidos por ellos mismos.


Todo comenzó en septiembre, cuando estas educadoras asistieron a unas jornadas de comunidades de aprendizaje y les gustó la idea. Se lo propusieron a la directora, Sara Carriedo, que las animó. A los padres, que aceptaron. A su Ayuntamiento, que dijo "adelante". "Resulta enriquecedor porque son muchas cabezas pensando soluciones; mucha gente que llega donde nosotras no podemos", opina Ana ejerciendo de portavoz de sus compañeras, Natalia, Nuria, Eva y Beatriz. Como la madre que da talleres de psicomotricidad o la que ha mediado para una visita al centro de salud.


También supone una manera diferente de plantearse la enseñanza. Y más trabajo, que a veces se llevan como tarea porque la jornada lectiva no estira lo suficiente. "No todos los claustros lo aceptan porque estamos acostumbrados a centrarnos enclase, con una programación cerrada. Y hay gente a la que le da miedo meter a los padres en el aula", coinciden Sara y Ana María. En ese momento, la cabeza de una madre asoma por la puerta del despacho e interpela a la directora con la naturalidad de quien está acostumbrado a hacerlo. "Nuestra recompensa es moral", retoma Ana. Ni laboral ni salarial. Ella y sus compañeras tienen categoría, y cobran, como educadoras, aunque tres sean maestras. Según se lamentan, ostentan los sueldos más bajos de su zona.


Sólo la Casa de niños de Villaconejos se convirtió en comunidad de aprendizaje tras aquellas jornadas de septiembre y, de paso, en el único centro de infantil de Madrid que sigue este "proyecto de transformación". Las otras dos casas que dirige Carriedo optaron por no adherirse. Y el colegio público del pueblo, que en principio parecía receptivo, finalmente, desistió. "Les suponía un esfuerzo, había interinos que decían, 'para qué voy a iniciar nada si el curso que viene estaré en otro sitio". Con lo que la línea de trabajo trazada con los alumnos a partir del año no tendrá continuidad en niveles superiores. Pese a todo, este centro continúa su transformación, que se completa con la remodelación de las aulas "para organizarlas no por edades, sino por temas". La de psicomotricidad, la de plástica, la de juego simbólico, la de construcciones. Los niños, mezclados, decidirán dónde y a qué ritmo quiere aprender. Acompañados por el tándem familia-educadoras.



Esta noticia es muy esperanzadora. Durante dos de mis tres años de carrera, (de los cuales dos y medio he vivido en la Residencia Flora Tristán en el Polígono Sur), he colaborado con mi beca de la Flora en un colegio del barrio de mayoría etnia gitana. El segundo año comenzó en el centro un proyecto piloto que se llamaba "Comunidades de Aprendizaje". Ninguno de mis compañeros de clase sabíamos qué era eso, pero ya nos encargamos mis compis de beca y yo de realizar trabajos para la carrera al respecto e informarlos. Hoy me alegro mucho de haber tenido la oportunidad de participar en aquel principio de Comunidades de Aprendizaje como las que hoy podemos leer en la noticia, fue muy enriquecedor aunque todavía quedara mucho por hacer debido a las circunstancias del centro.

Si alguien quiere más información, en internet existe gran variedad de estudios referentes a las
"Comunidades de Aprendizaje".



En la foto, una compi de piso a la que quiero mucho y con la que espero compartir de nuevo mi vida, en una excursión del susodicho cole.

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