2008-09-12
En el artículo anterior expusimos pistas prácticas que tenían que ver con el cambio de la mente o de la mirada. Ahora vamos a considerar los cambios en las prácticas de la vida cotidiana.
Procure en todo seguir el camino del diálogo y de la flexibilidad porque él siempre gana y es una forma de disminuir los conflictos, e incluso de poder resolverlos.
Valore todo lo que viene de la experiencia, dando especial atención a todos los que no son escuchados por la sociedad.
Tenga siempre en mente que el ser humano es un ser contradictorio, sapiente y, al mismo tiempo, demente; por eso, sea siempre crítico y al mismo tiempo comprensivo.
Tome en serio el hecho de que las virtualidades cerebrales y espirituales del ser humano constituyen un campo inexplorado. Esté siempre abierto a la irrupción de lo improbable, de lo inconcebible, y a la aparición de emergencias.
Por más problemas que surjan, la democracia sin fin es siempre la mejor forma de convivencia y de superación de los conflictos; democracia a ser vivida en la familia, en las relaciones sociales y en la organización del estado.
No queme basura y otros desechos, pues hacen aumentar el calentamiento planetario. Pueden ser reciclados.
Avise a las personas adultas o a las autoridades cuando sepa de derribos de árboles, incendios forestales, comercio de bromelias, plantas exóticas y animales salvajes.
Ayude a mantener un bello aspecto visual de su casa, escuela o lugar de trabajo, pues la belleza es parte de la ecología integral.
Anime a grupos para que en el barrio se cree un vehículo de comunicación, una hoja o pequeño periódico, para debatir cuestiones ambientales y recibir sugerencias creativas.
Hable con frecuencia en casa, con los amigos, con los vecinos de su edificio y de la calle, sobre cuestiones ambientales y sobre nuestra responsabilidad sobre el bien de los seres humanos y del planeta.
Reducir, reutilizar, reciclar, rearborizar, rechazar (la propaganda exagerada), respetar y responsabilizarse: estas 7 erres nos ayudan a ser responsables frente a la escasez de bienes naturales, y son formas de reducir el dióxido de carbono y otros gases contaminantes de la atmósfera.
El padre Cícero Romão Batista, uno de los iconos religiosos del pueblo del Nordeste de Brasil elaboró a principios del siglo XX diez preceptos de contenido ecológico:
«-No tale el bosque, ni siquiera un árbol.
-No prenda fuego en el campo de cultivo, ni en el yermo.
-No cace más, deje que los animales vivan.
-No críe al buey ni al chivo sueltos: haga cercas y deje que el pasto descanse para que pueda rehacerse.
-No plante encima de la sierra, ni siegue en una ladera muy inclinada, deje que la vegetación proteja la tierra para que el agua no la arrastre y pierda su riqueza.
-Haga una cisterna en su casa para guardar el agua de lluvia.
-Represe los riachuelos de cien en cien metros aunque sea con piedra suelta.
-Plante cada día por lo menos un árbol hasta que todo sea un vergel, completamente verde.
-Aprenda a sacar provecho de las plantas propias del campo.
Si la gente del campo obedece estos preceptos, la sequía se irá acabando, el ganado mejorando y el pueblo tendrá que comer. Pero si nos los obedece, dentro de poco todo el campo se convertirá en un desierto».
Estas prácticas nos dan la esperanza de que los dolores actuales no sean de muerte, sino de un nuevo nacimiento. La vida tiene que triunfar.
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